lunes, 16 de diciembre de 2013
ROSAL
PIZZERÍA DE ESTACIÓN
ROSAL
SIEMPRE ABIERTO
MESITA AL AIRE LIBRE
SILLA PLEGABLE DE LONA
SERVILLETA QUE NO SECA
SEÑOR CON PANTALÓN MARRÓN CON TIRO HASTA EL CUELLO
MANOLO Y SU HIJO, ATENDIDO POR SUS DUEÑOS
UNA DE MUZZA GRANDE POR FAVOR, 3 FAINA Y CERVEZA NEGRA DE LITRO
POSTER DE ESPAÑA Y UNA BAILARINA DE FLAMENCO
FOTOS AMARILLAS Y NARANJAS
ARBOLITO NAVIDEÑO CON ROSAS
BAÑO CON AZULEJOS ROSAS Y MOSCAS
HELADO LA MONTEVIDEANA
¿CUÁNTO TE DEBO?
viernes, 6 de diciembre de 2013
Bolsas blancas (Primera parte)
Quilmes, 4 de septiembre de 2010
DIARIO “EL QUILMEÑO”
MISTERIOSA DESAPARICIÓN DE DIRECTOR DE CINE AMATEUR LOCAL
La policía investiga si Sergio González, director de cortos gauchescos
fue asesinado
Pasaron tres semanas desde que su
hermana hiciera la denuncia. No se sabe nada de su paradero. El director de
cine presentó su último film “El fin de Recabarren”, basado un cuento corto de
Borges “El fin” y el “Martín Fierro” de
José Hernández, el pasado 20 de agosto en el sexto festival de Cine Under. Su
película tuvo una excelente recepción del público a pesar de que los gauchos
“pasaron de moda”. La policía no tiene ningún indicio. Sospechan de un posible
fanático. Era la primera vez que el festival pasaba un largo, es famoso por
promover la producción de cortos fílmicos en la región.
Son las tres de la mañana cuando
suena el teléfono del comisario y detective José Jimenez.
Recostado boca abajo manotea el
teléfono:
-¿Pancho? – dice una voz
familiar.
-Seeee… ¿Quién es? – dice el
comisario.
-Venite a la comisaría ¡urgente!
Desapareció tu sobrino…No se fugó, parece que lo mataron pero no lo encuentran
por ningún lado.
Pancho se levantó perezosamente,
se acomodó sentado en la cama. Se puso las manos en la cara tratando de
desperezarse y le respondió:
-Banca que me cambio y ¡ya salgo
payá!
Se levantó y fue al baño, pensaba
que no le gustaba que le dijeran Pancho, aunque lo era. Era una persona de poca
reacción. Si lo apuraban se tomaba un mate primero y después salía. Pero era
muy bueno detectando mentiras y en los interrogatorios. Por eso correr chorros
y andar por la calle no era lo suyo, y lo sentaron a entrevistar sospechosos.
Ya en la comisaría le pasaron los
pocos datos que tenían. Su sobrino, Sergio, ya no tenía a sus padres. La mamá
había fallecido de cáncer hace 10 años y su hermano Ernesto, papá de Sergio, no
aguantó la soledad y se pegó un tiro. Episodio que Sergio, y su hermana Laura,
nunca superaron del todo. Pancho se había convertido en su referente para todo.
Por eso cuando Pancho llegó a la comisaría y encontró a Laura llorando algo
adentro se le partió. Laura no estaba sola. Estaba con Ana, esposa de Sergio,
que Pancho notó muy tranquilita.
-No pasa nada Laurita, seguro que
anda de viaje “El Sergio”. –dijo el policía José para calmar a Laura. Y
volteándose a mirar a Ana dijo: -A vos te veo re pancha Anita ¿estás bien?
-Es que no me quiero adelantar a
los hechos. La gente anda diciendo que a Sergio lo mataron, pero a mi hasta que
no me traigan el cuerpo no me lo creo. Por ahí tenía otra… tarde o temprano la
tienen…Tantas actrices, tantos castings…para mí se fugó con otra, pero hay que
esperar a ver que averiguan ustedes ¿no Panchito? – dijo con sarcasmo Ana.
A Pancho nunca le cayó bien esa
“víbora”, como solía referirse a Ana. Siempre le pareció una vividora y que no
lo amaba a Sergio. Pero lo que más le molestaba de Ana era que era poco o casi
nada femenina. Cuando Sergio y Ana se casaron, fueron a vivir a la casa de los
abuelos maternos de Sergio, que Pancho nada tenía que ver ahí. Pero esa casa: antigua,
chalecito, era donde Sergio y Laura prácticamente se criaron jugando,
escondiéndose detrás del piano de cola de la abuela Nelly o amasando pasta para
tallarines los domingos en la mesa larga de panadero que se encontraba en el
living. Ana al mes de casados revoleó todos los muebles a la calle o los vendió
junto con cuanto juguete viejo se le cruzó en la limpieza. Sergio nunca le
perdonó eso y que regalara el tocadiscos. Lo único que safó fue el proyector de
Super 8. Y Sergio le pidió a su tío Pancho que se lo escondiera en su casa.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Promesas
¿Qué es una promesa?
Es una obligación, una voluntad de cumplir algo.
"Mañana te veo", "mañana hablamos", "mañana me importarás más que hoy". Mañana, mañana, mañana.
La realidad es que una promesa no sirve. Quedate hoy, hace, divertite, compartí. Porque mañana te prometo que no voy a estar, si hoy no lo vivís conmigo.
Por favor no más "Te prometo que..."
Es una obligación, una voluntad de cumplir algo.
"Mañana te veo", "mañana hablamos", "mañana me importarás más que hoy". Mañana, mañana, mañana.
La realidad es que una promesa no sirve. Quedate hoy, hace, divertite, compartí. Porque mañana te prometo que no voy a estar, si hoy no lo vivís conmigo.
Por favor no más "Te prometo que..."
lunes, 2 de diciembre de 2013
Estrellas
Las estrellas necesitan distancia entre ellas
para que su brillo no opaque el de la otra.
Si se unieran, destellarían tanta luz
que el mundo enceguecería y no podría metabolizarlas.
Así de poderosa es la energía que irradian.
Entonces ellas ya no podían seguir siendo amigas.
para que su brillo no opaque el de la otra.
Si se unieran, destellarían tanta luz
que el mundo enceguecería y no podría metabolizarlas.
Así de poderosa es la energía que irradian.
Entonces ellas ya no podían seguir siendo amigas.
viernes, 8 de noviembre de 2013
Viaje a San Luis
Nota: Este relato surgió como ejercicio del taller.
Consigna/Idea del cuento: Ustedes van en un micro, viaje de larga distancia, sentados junto a alguien del cual se dan cuenta que es un asesino buscado. Solo ustedes se dan cuenta de esto.
Consigna/Idea del cuento: Ustedes van en un micro, viaje de larga distancia, sentados junto a alguien del cual se dan cuenta que es un asesino buscado. Solo ustedes se dan cuenta de esto.
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Viaje
a San Luis
Hoy me levanté
como todos los lunes. Medio de mala gana, toda despeinada, sin saber del todo
donde estoy parada. La diferencia es que hoy viajo a San Luis. Pero todavía no estoy lo
suficientemente despierta y conciente para darme cuenta de eso. Me levanto y
camino dando tumbos en dirección a la
cocina. Saco de la heladera una botella de jugo de naranja, nada natural, y
bebo del pico. Dejo la botella en la mesada y de camino al baño prendo la
televisión. Me lavo los dientes, mientras de fondo, se escuchan las noticias.
Un comisario detenido por coimas, es el cumpleaños del Papa, un perro Labrador
rescató a un bebé de ahogarse en un lago de Bariloche, y no retengo el nombre
del lago; un preso se escapó de la cárcel de Devoto, tiene tatuajes y una
cicatriz en el rostro y el resumen continúa. Enjuago mi boca y sonrío en el
espejo. – Perfecto – digo. Y voy a mi dormitorio. Meto un par de zapatos en la
valija y la cierro dificultosamente porque está muy cargada. Antes de
cambiarme, vuelvo a la cocina y caliento agua para el termo. Es que no me gusta
no tener para el mate en los viajes largos. Después me termino de cambiar.
Llevo jeans, remera con la lengua de los Rolling Stones, una campera liviana y
lentes de sol. En mi bolso de mano meto un libro de Kawabata que no terminé de
leer y bajo por ascensor a esperar el taxi en el hall del edificio. Vivo en un
noveno piso en Almagro. El coche no tarda mucho en llegar e ir en camino a Retiro. El chofer después de contarme una
versión resumida de su mal de amores y mencionar el clima unas cuatro veces
intentando sacarme palabra, llega a Retiro y me arranca la cabeza. Me cobra una
fortuna, le pago y me bajo refunfuñando.
Ya en la
plataforma de salidas, me pongo en la cola del número 17. Empresa Condorcito.
Mi pasaje lo tengo en mano. No somos muchos en la fila esperando, apenas unas
15 personas. El micro llega bastante puntual. Yo bostezo. Una señora va
adelante mío con dos bolsos gigantes. Un hombre atrás mío me asusta cuando dice
enojado y con voz gruesa: ¡Señorita! ¡Puede avanzar!. Yo me exalto, otra vez no
se donde estoy parada. Rápido busco el bolso, lo levanto del piso y me muevo.
Freno me doy vuelta y le digo: - Disculpe señor, estoy un poco dormida. Hasta
ese momento en que le hablé, no había
podido verlo en detalle. El extraño hombre contestó como con un gruñido y entre
dientes le entendí que dijo algo muy grosero. Y ahí mi cara cambió. Me quedé
perpleja con su respuesta. Es ahí cuando lo miro con detenimiento unos minutos.
Trae ropa muy desprolija y sucia. Una campera de Jean Wrangler, borceguíes y
pantalón de gabardina. El pelo lo lleva largo, es castaño oscuro y enrulado.
Además lo tiene enredado como si hace años no usara un peine. En la ceja
derecha tiene un corte. La cicatriz parece antigua y los labios los tiene
resecos, probablemente del frío. Yo le contesto de muy mala gana: - No hacía
falta ser grosero señor, no lo hice a propósito y le pedí disculpas.
El hombre me
dice: No jodas flaca y caminá. Mientras se toca la cara como refregándose o limpiándosela
de una sola pasada de arriba hacia abajo con la mano derecha. Observo que tiene
tatuajes en sus manos. Uno de los dibujos me recuerda uno que vi en un
documental de Tumberos y la vida en la cárcel que pasaron por la tele alguna
vez. Me sobresalto cuando deduzco que este hombre probablemente estuvo preso.
La cola vuelve a
avanzar y yo avanzo veloz esta vez. Giro un poquito la cabeza hacia atrás y
digo: Ve señor, ¡ya estoy bien despierta!. Y el señor de atrás me dice: Que
bueno flaca. Ahora dejá de hablarme o el vigilante de allá – dice señalando con
la cabeza a un policía – se va a acercar y no te van a quedar más ganas de
dormir en un mes del bife que te voy a dar.
Yo empecé a
asustarme. La cola avanzó nuevamente y el chofer me pidió el boleto.
-Asiento 14.
–Dijo – Es arriba. Tome – Me dijo extendiéndome un papel. Le colocó otro papel
autoadhesivo con el mismo número a mi valija y la guardaron con las de los
otros pasajeros. –Este papel es para retirar la valija, no lo pierda. – Terminó
por decirme. Entonces subí al micro. Cuando estaba encarando la escalera
escucho: - Asiento 15 señor, es junto a las señorita que acaba de subir. – Era
la misma voz del chofer que cortó mi boleto. Escucho eso y me detengo en la
escalera. No lo puedo creer, voy a tener
que viajar con ese hombre tan vulgar y malhablado al lado mío, todo el viaje.
Finalmente termino de subir y busco mi asiento. Tengo miedo, no sé bien como
actuar. Quiero compartir mi miedo con alguien, pero con quién. En quien puedo
confiar no tengo certezas. Cuando estoy decidiendo si sentarme o no. De mi
costado izquierdo una valija me pega en la rodilla. Giro la cabeza y es el
señor de la fila otra vez. – Permiso me voy a sentar chiquita. ¿Querés
ventanilla o pasillo?, ya sé que nos toca juntos el viaje. Espero que no seas
de las que habla mucho, porque quiero dormir.
Yo me quedo sin
saber que contestar pero igualmente lo dejo pasar y le digo en volumen bajito y
tartamudeando: - Bueno emmm...… me quedo en el del pasillo. Por favor no me
haga nada si estuvo preso o matóa a alguien yo no digo nada. Soy una tumba.
- Sh… callate y
más te vale. La última que abrió la boca estiró la pata. ¿Vos no querés
terminar igual no?- Dijo mientras se iba metiendo entre los asientos para
sentarse hasta acomodarse del lado de la ventana.
Yo niego con la
cabeza y hago un gesto como cerrando la boca con un cierre.
Me siento al
lado de este hombre ya con terror corriéndome por el cuerpo. Pongo mi equipo de
mate entre las rodillas y mi postura es rígida. Estoy tensa, no sé cómo actuar,
que decir, que no decir.
Él sin embargo,
está relajadísimo. Parece que estuviera feliz con sentarse, como si no tocara
un sillón acolchonado hace siglos. Y me pidió que prepare mate, porque vió que
tenía el equipo. No era muy difícil notarlo. Le digo que el agua está fría y
acepta la respuesta. Obviamente es mentira. No quiero compartir bombilla con
este sujeto. Quién sabe qué gérmenes tendrá este individuo que yo ya asumí y prejuzgue
que indudablemente es un ex presidiario.
El hombre aún sin nombre comenzó a hablar
sólo. Hablaba sobre muchas cosas pero eran incoherencias. Nombraba gente por
apodos, amigos o gente de la cárcel, supuse. El Pili, El choli, Tuerca,
Polaquito, Ruso, Diente, parecía que ninguno hubiese tenido madre y padre que
les diera un nombre, la calle o la cárcel los rebautizó.
Yo seguía tensa, pero asentía con la cabeza
como que le seguía la charla aunque no entendiera nada.
Entonces me preguntó: -¿Tas casada vos?
Y yo entre mi aturdimiento y el miedo tardé
en contestar pero dije –No, no. - Le respondí.
-Yo si, va…estuve. - Me dijo el sujeto.
- Y entonces, ¿Qué? ¿Está divorciado? - Le
pregunte curiosa.
- Algo así se podría decir. – Y soltó una
carcajada. - Separados de por vida. Soy viudo. -Me respondió.
Y yo comencé a sospechar de cuál había sido
el delito que había puesto tras las rejas a mi interlocutor.
-Che perdón, yo no te pregunté tu nombre
flaca.- Continuó. - Me llamo Facundo pero todos me dicen Tato. Y disculpá por
las puteadas viste, pero me estaba poniendo nervioso el cana antes de subir.
-Ok, si entiendo señor… yo soy Laura, no
voy a decir nada, si quiere hablo bajito. Igual no tenemos pasajeros cerca. No
va muy lleno el micro, casi todos están abajo. ¿Me querés contar algo? - Dije.
lunes, 10 de junio de 2013
Pelusa
Nota: Este relato surgió como ejercicio del taller, la consigna era crear un personaje literario.
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Es de día,
camino junto a mi perro Mosca por la calle. Llevo mi carro en el que junto
cartones. Está muy pesado. Por suerte, falta poquito para la hora del almuerzo,
la panza no me deja de rugir. Pobres tripas no prueban comida desde ayer a la
mañana. Los lunes vuelvo a comer bien. Por eso digo que falta poco para comer.
Hoy es Lunes y la vecina Elba seguro que me está terminando de preparar la
vianda. Elba es viejita y jubilada. Ya no tiene nietos o sobrinos que la
visiten, su familia vive lejos en otro país. Vive sola cerca de la placita en
la que descanso al mediodía con mi familia.
Ahí ni la policía, ni los de vigilancia nos molestan, saben que somos
buena gente, que somos trabajadores y nos la rebuscamos como podemos. Vivir en
la calle no es nada fácil, sobretodo en el invierno. Acá en el sur fuimos de
los primeros en vivir, trabajar y dormir en la calle. Cerca del río y sin
edificios, se hace difícil encontrar lugar para pasar la noche. No hace tanto
“calor de ciudad” como en la capital. Allá nunca hay escarcha porque el asfalto
muy pocas veces se enfría.
Ya llegamos a la
plaza. Mi compañera me espera con nuestro hijo, Lautarito, de la mano. Entonces
Mosca corre rápido en dirección hacia ellos y les hace una fiesta. Mueve la
cola y todo su cuerpito sarnoso dando giros de contento. Yo llego después, los
abrazo. Le digo que estoy muy cansado. Al rato se acerca Elba. Viene caminando
despacito como siempre. Trae una maceta con una planta de tomatitos cherry y
una bolsa de mandados cargada.
- Holaaaa, les
traje unos sandwiches que preparé con milanesa, lechuga y mucha mayonesa como
me pide Lauti siempre- . Dice mientras se termina de acercar.
-Hola Elbita.
¡Que bueno! ¡Como me gusta! ¡Gracias!. Le dice Lautaro.
Elba apoya la
maceta en un banco de la plaza cerca de nosotros y me entrega la bolsa.
-De nada Lauti.
Bueno coman tranquilos, los dejo en familia- . Dice Elba.
Yo le doy un
beso, la agarro de los hombros y mirándola a la cara fijo le digo que ya no se
como agradecerle que sea así de buena. Que algún día le quiero devolver el
favor.
Le prometo que
esta semana le voy a arreglar la persiana que tanto le cuesta subir. Es que, a
veces, le ayudo con el mantenimiento de su casa cuando hay poco papel y cartón
para juntar por la calle. Ella me sonríe, me da un beso ruidoso en el cachete. Entonces
yo la suelto, se da vuelta y se va despacito caminando en dirección a su casa.
Hoy, dos días
después de los sandwiches de milanesa, hablo con el barrendero de la plaza. Él
me desayuna con la noticia de que ese día Lunes, suponen que a la tarde, Elbita
tuvo un infarto y falleció. Se dió cuenta el vecino Aldo, porque escuchó al
gato maullando toda la mañana del Martes. Se asomó a la parecita y la vió en el
piso del patio tirada, con el gatito al lado chillando de hambre. Así que
pobrecita estuvo toda una noche tirada ahí. Hoy no quiero caminar, ni buscar
cartones. Hoy quiero llorar.
Crítica, reseña y comentarios sobre Winter's bone
Nota: Este relato surgió como ejercicio del taller después de ver la película del mismo título, la consigna era escribir una crítica, reseña o comentario sobre lo visto para ejercitar sobre crítica de cine.
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Por Carla
Miranda
Ree Dolly
tiene 17 años, vive con sus hermanos menores y su madre enferma discapacitada
psiquiátrica. Ella es el sostén de la casa al borde de la miseria y en un
durísimo invierno. Se encuentra con la noticia de que su padre está libre de
prisión hasta la fecha de su juicio por cocinar metanfetaminas. Para salir en
libertad dió como garantía la casa en la que viven. No saben de su paradero y
si él no se presenta al juicio perderán su hogar. Desde ese momento Ree
comienza a buscarlo, metiéndose en la red de narcos del pueblo y con familiares
a los que teme. El género es suspenso pero podría catalogarse como un policial,
ya que Ree cumple un rol de detective o investigador.
Lo que me
pareció interesante de la temática de las drogas y el narcotráfico es que
transcurre en un escenario al que no estamos acostumbrados a asociarlo por lo
menos en el cine, que son los pueblos, y familias metidas en el negocio.
Otra
perspectiva interesante es el de generar suspenso y horror en situaciones que
podríamos tener en nuestra vida cotidiana. Ree termina de entrar a la adultez
de forma abrupta, traumática. Es una heroína que podemos encontrar en la vida
real. Es terror en el día a día, lo que les pasa podría pasarle a cualquiera.
Durante la
mayor parte de la película ronda la idea de que es ser “héroe”. La protagonista
piensa que enrolándose en el ejército además de ser una heroína para su nación,
también lo sería para su familia llevando dinero para que puedan alimentarse,
cuando en realidad el verdadero desafío es quedarse en casa cuidando a su
familia y resolviendo los problemas del día a día. Es más heroína “poniéndose
los pantalones” de la casa y enseñándoles a sobrevivir a sus hermanos.
Trailer
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